Un día nos hemos guardado para disfrutar de Pamplona, sus callejuelas, sus edificios, sus balcones, su gente, su gastronomía, sus pinchos...
Conocíamos la ciudad por fotos, no habíamos estado y queríamos conocer especialmente rincones como éste, su ayuntamiento, su plaza, esa plaza del chupinazo, esa plaza vacía pero llena de pamplonicas vestidos de blanco y rojo, esa plaza que nos parecía inmensa y al llegar nos ha parecido tan chiquitilla que nos ha resultado muy acogedora.
No sabíamos hacia donde ir, demasiadas ideas: Catedral, Estafeta, San Fermín, seguir conchas del Camino de Santiago, buscar plano en Turismo...
¡¡Todo era apetecible!!
Dejarte guiar por los balcones, por los edificios y perderte en sus calles, mirar hacia arriba y dejarte encantar.
Un buen camino nos han guiado los edificios, conocer una ciudad de manera diferente, mirando hacia arriba.
Llegar a la calle Estafeta, recorrerla y cantar "uno de enero, dos de febrero..."
Y cómo no, no podíamos irnos sin probar sus pinchos.
Seguimos mirando para arriba, las barandillas llenas de flores y vida dan luz a la ciudad.
Nos vamos de la ciudad llenos de alegría, con una comarca llena de ilusión, con ganas de volver.
Porque San Fermín enamora, todo gira alrededor de él, y eso le hace tener su encanto.
Cerramos la puerta a la ciudad, pero diciendo "hasta luego, volveremos Pamplona".
Seguimos haciendo kilómetros y viajando por el norte de España...