Arlés y Nimes (Francia)

Hoy nos vamos, continuando con nuestro viaje veraniego, a Arlés y Nimes.
Dos ciudades milenarias, de pasado romano,
que han sabido resistir y adaptarse a lo largo de su historia.

Comenzamos en Arlés, que mezcla lo antiguo con lo moderno.
Un paseo lleno de pajaritas de colores por los aires, marca el comienzo de nuestra ruta.

Es una pequeña ciudad, en la Provenza,
con muchas calles peatonales para pasear en familia.
Casas con encanto, puertas de colores, escalones que invitan a entrar.

En sus calles se mezclan construcciones del Arlés medieval...
Con el circo romano del Arlés romano. 

Volvemos dejando el teatro y el circo romano,
buscando el puente romano y nos encontramos con que...
¡Estamos en Camino de Santiago!

Encontrarse con el río Ródano, qué aire, qué disfrute ante el calor.
El puente ya no les llama la atención, pues a penas quedan restos al ser en su mayoría de madera.
Lo que si nos llamó la atención es lo grande y caudaloso que es el río.

Nos encanta la limpieza de la ciudad y que, pese al calor, hay muchas calles con sombra.
La gente nos sonríe, y los niños comentan la amabilidad de sus ciudadanos.
"¿Por qué en nuestra ciudad la gente va tan rápido y apenas sonríe?"
Grandes enigmas de niños que ven con ojos limpios el mundo en el que están.

Como os decíamos es una ciudad agradable incluso en la parte central del verano.
Muy cuidada y llena de sorpresas...

Unas veces informales, como este grafiti que nos hizo reír bastante...

Otras veces forman parte de la propia ciudad.
Y es que nos encanta ver cosas distintas.
Sobre todo, cómo con un poco de imaginación y ganas,
se puede hacer de lo ordinario, algo extraordinario.

Atravesamos la Plaza de la República,
que representa claramente el país en el que estamos, con su imponente obelisco en medio.

Nos detenemos en los escaparates, les encanta cotillear a nuestros peques,
y nos trasladamos a los sabores y olores de la Provenza, con sus especias, su miel...

Toda esta zona enamoró a Vicent Van Gogh, que pintó varios cuadros de la ciudad.
Y como somos muy cotillas, quisimos visitar un museo donde se exponía parte de su obra.

Es increíble cómo pueden disfrutar y apreciar el arte de forma tan natural los niños.

Y para descansar antes de ponernos en camino a Nimes,
nada como disfrutar de un chiringuito
(sí, en Arlés, Francia, no en la Costa del Sol)
Con su sombrita, limonada y unos burritos que cada vez que los recordamos, dan ganas de repetir.

Y tras descansar y reponer fuerzas nos ponemos rumbo a Nimes.
Nimes es una ciudad mucho más grande,
con un casco antiguo donde se mezclan ruinas romanas con edificios actuales.
Tiene un marcado centro histórico con muchas calles peatonales
y con aceras extensas para ir tranquilamente.

Nos encantó caminar bajo la sombra de los plátanos
y descubrir edificios como la iglesia de Santa Perpetua.

En frente de Santa Perpetua se encuentra el circo de Nimes,
que nos transporta a otra época muy lejana en la que se vivía sin televisión ni cobertura.

Y ponemos fin a esta etapa de nuestro viaje de verano en la explanada de Charles de Gaulle.
Con ganas de volver nos despedimos, satisfechos de lo que hemos descubierto y aprendido.
Pero sobre todo, agradecidos por la amabilidad de sus habitantes
y todas las sonrisas recibidas de forma gratuita.