Zamora


"No se ganó Zamora en una hora", se lee en la Celestina.
Tampoco la familia Pompas la visitamos en una hora,
ni en los siete meses que durara su asedio.

Zamora en una ciudad pequeña, como las buenas esencias.
Lo suficiente como para conocerla paseando con tranquilidad.
Es un buen plan para pasar el día.

Con un fuerte pasado medieval, nos pudimos transportar siglos atrás,
disfrutar de sus murallas, torres, pórticos y de sus calles peatonales.
Asomarnos e imaginar cómo fue su pasado.
Para los niños transportarse a un mundo de princesas y caballeros es algo mágico.

Su catedral es muy sencilla, y preciosa sencillez. 
Y en su plaza pudimos jugar y merendar a nuestras anchas.
Los niños pueden corretear sin ningún peligro,
es una ciudad pensada para los peatones, carritos, sillas de ruedas, niños, parejas y familias.

Pero Zamora no es sólo arquitectura.
A Pepe y Santi les llamó la atención esta pintura, más bien les dio un poco de miedo.
Pero el mayor recordaba los pasos de Semana Santa y se lo contó a los demás. 
Como en otras partes de España,
Zamora se recoge y saca a relucir sus preciosos pasos de Semana Santa
acompañados de sus penitentes.
Volveremos alguna Semana Santa para conocerla con otros aires.

La ciudad está llena de rincones y puertas preciosas,
y como ya es tradición, ahí que van a cotillear.
Todo puede ser que encontraran a la tal Doña Hurraca que les hacía tanta gracia.

Los castillos son algo que realmente apasiona a todo niño.
Y en nuestro caso a los adultos también.
Imaginar dónde dormían, buscar la cocina, subir a la torre del homenaje...
El castillo de Zamora está muy bien preparado para acceder con niños.
Tiene escaleras, pero son seguras y hay espacio.
Está muy cuidado y su acceso es gratuito. 
Desde lo alto de las murallas pudimos contemplar el río Duero, y los campos que hay detrás.

Nos ha encantado Zamora, ¡volveremos en Semana Santa!