Delta del Ebro (Tarragona)

El Delta del Ebro ha sido un gran descubrimiento.
Desde que uno va introduciéndose
entre los arrozales hasta que llegas al mar.
Desde el primer momento empezamos
a parar a un lado y al otro de la carretera.
Los tractores trabajando en los arrozales
con sus ruedas especiales para recoger
y remover la tierra son un espectáculo.
La poca profundidad de los terrenos
y la cantidad de agua que hay por todos lados es alucinante.

También nos llamó mucho la atención cómo es la planta del arroz
y la similitud que tienen con todos los cereales.

Los arrozales se mezclan con los humedales, las lagunas 
en las que descansan aves que viajan
buscando el buen tiempo junto con otras autóctonas.
Y poder disfrutar de los sonidos de los flamencos.

Y es que en el Delta convive el hombre con la naturaleza.
Una naturaleza tan rica y especial
por la que es considerado Parque Natural.

Un sitio fantástico para descansar, para leer,
para relajarse y disfrutar de lo que te rodea.
Y sobre todo, disfrutar unos de otros en este entorno tan bonito.

Y no hay cosa que más nos pueda gustar que la playa fuera del verano,
disfrutarla paseando al fresquito con sudadera y zapatillas.

En el Delta del Ebro hay que aprovechar el tiempo perdiéndose,
perderse por tantos caminos y carreteras que recorren los arrozales.
En coche, bici o caminando.
Todos sus rincones son especiales.

De vez en cuando descubres algún ser que no pertenece a este lugar,
como el cangrejo americano que fue introducido y es una auténtica plaga.
Aunque nos divertimos bastante viéndoles bailar y cómo nos saludaban.

Y también nos encontramos con este cabritillo, 
la mascota de la zona de autocaravanas del Delta.
Lucas disfrutó muchísimo jugando y montando en los columpios con él.

Una de las formas de visitar el Delta es desde el agua, en barco,
recorriendo los últimos kilómetros del río,
antes de que el cauce se mezcle con el mar.

Los arenales son espectaculares.
Kilómetros y kilómetros para recorrer entre mar y río.
Conchas, nácar y miles de aves volando por el cielo en forma de "V".

Y como todo lugar especial que hemos conocido,
hemos esperado pacientemente para dar las buenas noches al Sol.

Hemos estado tan a gusto disfrutando 
que hasta Pablo no quería volver al Bubús a cenar.
 
Nos despedimos del Delta del Ebro tras el amanecer,
agradecidos por tantos ratos en familia tan bonitos.
Por toda la naturaleza disfrutada, con alguna picadura de más.
Otro paraje más de nuestra preciosa España
que merece la pena conocer y volver.