Milán (Italia)

Ir a pasar el día a Milán desde Madrid...
¡Es posible! ¡Y muy disfrutable!
Aquí os proponemos nuestra aventura,
Milán ida y vuelta en el día,
seis amigos, y esta vez sin niños...
Madrugamos y cogimos el primer vuelo que había a Milán.
Con una simple mochila y algo de ropa extra por si llovía.

Algo más de dos horas después ya estábamos en las calles de Milán.
Nuestra ruta parte de La Estación Central, lugar monumental e impresionante.
¡Un sitio genial para comenzar!
Llenamos la mochila con agua, algo de picar y...
¡A conquistar Milán!

El primer transporte que elegimos es un clásico en la ciudad:
el tranvía.
Sencillo, barato (1,5€) y además puedes ir viendo la ciudad.
Eso sí, a veces confuso para saber la dirección adecuada.

Desde sus cristaleras puedes ir viendo fachadas bonitas,
el vaivén de personas y coches de la ciudad
y disfrutar de ir en un transporte que hizo historia.

Una vez llegamos al Corso Vittorio Emanuele II,
digamos que la calle principal de entrada a la catedral,
vamos disfrutando de cada puerta, palacete,
del italiano tan musical que suena por todos lados,
de los ruidosos Lamborginis y Ferraris.

Y como siempre, mirar a la izquierda, a la derecha, arriba y abajo...
Descubrir una ciudad nueva desde todas las perspectivas.

Hicimos parada rápida para reponer fuerzas.
No quisimos parar en restaurantes sentados que son más caros,
y no emplear el tiempo en pedir, comer y pagar.
Fuimos a una piadinería y nos tomamos una rica piadina que nos supo a gloria.
Y nos trajimos la idea de comida para hacérsela a los niños.

Una vez repuestas las fuerzas, nos dirigimos a la plaza de El Duomo.
El primer sitio que entramos fue a la Galería Vittorio Emanuele II,
antigua galería del siglo XIX, hoy sede de tiendas de grandes marcas.
Impresiona cada detalle, la luz de su bóveda.

Aquí se encuentra la cafetería más antigua de Milán, El Café Biffi.

Cada detalle es digno de admirar, mires donde mires
y siempre que la cantidad de gente que lo recorre te lo permita.

De allí salimos hacia el Teatro alla Scala
para saborear uno de los dulces típicos de la zona.

¡Helado de pistacho y chocolate!
No podéis pasar sin tomar uno,
más si hace el calor que nos hizo a nosotros.

De regreso a la plaza de El Duomo,
descansamos a los pies de la escultura del rey Vittorio Emanuele II
y el Palazzo Carminati tras él.

Probablemente lo más impresionante de Milán es su catedral.
Cargada de detalles mires donde mires.
Con ese mármol blanco tan característico.

Nosotros decidimos sacar las entradas
para pasear por los tejados de la catedral.
Una hora deleitándonos con cada rincón.
No cogimos la entrada a la catedral
porque se nos hubiera ido toda la visita
de la ciudad en un día sólo en El Duomo (que bien merece la pena).
Usando el ascensor para ahorrar tiempo: 15 € por persona. (Recomendado)
Si vais a subir a los tejados, os recomendamos subir en ascensor,
las escaleras son muchas, estrechas y empinadas.

Podéis observar en la foto los detalles tan finos
que no se observan desde el suelo.
No es extraño que llevara su tiempo construirla,
que hasta el mismo Leonardo da Vinci echó una mano en la construcción.

Sus torres miran puntiagudas al cielo.

El blanco, las cristaleras, las gárgolas...

Y la posibilidad de mirar Milán desde lo alto.
Imaginad cómo sería aquello antes de los rascacielos,
el lugar desde donde se podía divisar toda la ciudad.
Sentirte en el cielo, pero con los pies en la tierra.

El paseo dura una hora, dada la magnitud del templo.
En muchos rincones uno se puede sentar en el suelo (el techo de la catedral),
descansar y disfrutar de la brisa.

Y coronando el punto más alto,
a más de 100 metros de altura, la "Madonnina".

También leímos que la catedral de Milán es famosa,
entre otras cosas, por tener las ventanas más grandes que existen.

La Galería Vittorio Emanuele II desde El Duomo...

Y esculturas que vigilan la ciudad desde lo alto.

Por cierto, no olvidéis la gorra y agua.
No deja de ser un tejado y el sol pega que da gusto.
Y aunque hay ascensor para subir,
bajamos por escaleras hasta el suelo
y no vimos posible camino de vuelta al ascensor,
por lo que hay que enterarse bien antes de sacarlas
si se tiene movilidad reducida o carrito (no vimos ninguno).

Y ponemos la mirada en el suelo para ver a dónde nos dirigimos.

La plaza de El Duomo desde arriba es espectacular.

Y tras pasear como gamberretes por el tejado de la catedral,
ponemos rumbo al suelo para seguir nuestra caminata.

Tras bajar una buena hilera de escaleras,
entramos a la catedral
(pudimos ver este espacio concreto
y uno se hace la idea de la magnitud de sus vidrieras).

Todo son detalles, mires donde mires.
Aunque nos quedamos con ganas de visitar la catedral por entero,
nos pusimos en marcha a nuestro próximo destino.

El Castello Sforzesco.

Se trata de una fortaleza compartimentada en varios espacios,
todos unidos por un pasillo entre puertas y puentes sobre fosos.

Se puede atravesar por dentro y llegar a sus jardines de forma gratuita.

Caminar por sus jardines,
recuerda al Parque de El Retiro de Madrid.

Y tras cruzar todo el casco antiguo de la ciudad
llegamos al Arco della Pace.
Desde aquí ponemos rumbo de vuelta a la Estación Central
donde nos espera el transfer al aeropuerto.

Como todavía disponemos de algo de tiempo,
decidimos volver a pie,
para poder ver la parte más moderna de la ciudad.

Milán nos ha encantado.
Lo moderno y lo antiguo.
Sus monumentos, su ambiente tan especial.
Nos dejamos por ver Santa Maria delle Grazie,
la Basilica di Sant´Ambrogio, el Cimitero Monumentale
y el barrio de Navigli, entre otros...
¡Gracias Milán!

Volvemos agotados y muy satisfechos de esta locura de un día.
Volamos de noche de vuelta a casa
recordando cada segundo vivido intensamente en esta ciudad.
¡Gracias a los cuatro que junto a nosotros se unieron
a esta locura de conquistar Milán en un día!